Maraton

Todo comenzó a finales del Agosto 2011, saliendo de un entrenamiento de la SD Compostela un amigo me comenta que en Octubre hay un maratón en Orense, que me anime a prepararlo, y la verdad ya tenía la espina desde hace unos meses que quise prepara uno, pero no se dieron las condiciones idóneas.

Desde ese día me propuse entrenar por y para poder terminar el maratón, la mítica distancia de 42km195m que recorrioi el soldado Filipides desde Marathon hasta Grecia para anunciar la victoria sobre el ejécito persa. Hasta la fecha era una persona que salía a correr muy de vez en cuando, solamente entrenaba pesas en el gimnasio, apenas hacia trabajo cardiovascular y la alimentación no la cuidaba de manera estricta. Eso tenía que cambiar por completo, no era un giro radical, pero si había que modificar alguna cosa.
Mis entrenamientos pasaron a ser muchos más aeróbicos, mucha carrera y bicicleta, dejando las pesas poco a poco y, sobre todo, dejar de “ mover “ pesos elevados. Tenía que perder peso, para llegar lo más ligero posible. Las sesiones de carrera aumentaban progresivamente pasando de 1 hora durante la semana a 2 horas los sábados. En total hacia 4 sesiones semanales de carrera aproximadamente.
La alimentación se centro en fruta, verdura, carne y pescado básicamente. Solamente hacía carga de hidratos los días previos a una sesión larga de 2 o más horas. De este modo conseguí llegar al maratón con 3 kilos menos en 4 semanas.
Llego el maratón y conseguí terminarlo, buenas sensaciones, cansado, pero feliz y contento por haber superado un reto, pero a la vez insatisfecho, no por el tiempo realizado, sino porque consideraba que podía hacer más kilómetros, que mi límite estaba bastante más lejos que los 42 km. que había realizado. Mi cuerpo y mi cabeza pedían algo más, un reto de verdad para mi, algo que me pusiera entre la espada y la pared.
Es aquí donde surgió la idea de hacer 100km, de entrenar para ver si era capaz de hacerlo, de saber si mi cuerpo y mi cabeza podían enfrentarse a dicho reto, y si eran capaces de superarlo.
Empezamos
Desde la fecha del maratón a finales de año me centre en mantener la forma, entrenando intenso, con alguna sesión larga de 30 km, pero sin estar decidido del todo a afrontar dicho reto. Aplazando la decisión al propósito de año nuevo, como aquel que deja de fumar, se apunta al gimnasio o se pone a dieta con la entrada del año.
El primer entrenamiento con ese objetivo lo hice el 7 de enero, y desde el primer día, cada entrenamiento se convirtió en un reto, me tomaba cada sesión como una competición contra mi mismo, donde tenía que ganar al cansancio, la apatía, la soledad de los kilómetros, la dureza del monte, el asfalto de carreteras…pero a la vez eso me motivaba. Ir venciendo esas pequeñas guerras que iban apareciendo con el paso de los días y de los entrenamientos era lo que me motivaba a seguir.
Cada semana los entrenamientos aumentaban, no sólo en numero, sino también en duración y dureza. Pronto hacer 15- 20 kilómetros por sesión se quedaban en poco, se paso a doblar entrenamientos, incluso algún día salía a correr 3 veces. Los fines de semana eran las sesiones largas, 40 km , todas ellas por montaña, así eran mucho más amenas. Correr por el monte, casi siempre sin rumbo, por donde las pistas te lleven, si las hay, y sino inventar una ruta nueva, ponerle tu nombre, una sensación que me daba fuerzas en esos entrenamientos donde el agotamiento y el cansancio te iban minando física y mentalmente.
Pasó enero y los efectos de los entrenamientos empezaban a aparecer, físicamente estaba más delgado, pero los cambios más drásticos no se dan en el físico sino en la mente. Pase de ser una persona alegre, contenta, siempre de buen humor y sociable a la seriedad, apatía e incluso el ausentismo. El cansancio que iba acumulando me estaba cambiando la manera de ser, el mal humor empezó a aparecer y cada vez me centraba un poco más en mi mismo, me estaba “convirtiendo” en un ermitaño. No veía más allá del reto que tenía en la cabeza, sólo pensaba en conseguirlo y en lo que tenía que hacer para poder lograrlo.
Con este panorama y a mediados de febrero es cuando decido que no puedo seguir mucho más tiempo así. Me doy cuenta un sábado, durante y después del entrenamiento más largo y duro. 50 km repartidos en dos tandas ,40 km monte y 10 km por la ciudad, tan solo parando para cambiarme de ropa y comer algo. Fue el primer día que aparecieron las lágrimas fruto del esfuerzo, tensión y presión a la que me estaba sometiendo. Hasta ese día lo había controlado, pero ese día salió todo a flote, la última parte del entrenamiento se convirtió en el mayor reto para mis piernas y mi cabeza. Había afrontado el entrenamiento sin ganas, esa semana llevaba más de 70 Km en las piernas, y tenía el entrenamiento más duro. Levantarse un sábado a las 6 de la mañana para coger un bus dirección Lugo y dejarlo a 40 km de casa para volver corriendo no me apetecía nada. Pero la sesión empezó genial, 40 km por monte en 3h 15´…estaba eufórico!, me cambié de ropa, comí algo y me puse a rodar suave los últimos 10 km.
La sensación a partir de aquí no se puede describir muy bien, pero poco a poco mis piernas iban siendo una losa para mi, mi cuerpo no era capaz de hacer lo que yo quería, cada paso que daba era una agonía, una lucha continua, mi cuerpo y mi mente contra mi voluntad, la única que dice que siga, que aguante. Los minutos no pasaban, los kilómetros cada vez más lentos y la impotencia, el cansancio y la desesperación mayor. La voluntad empezaba a desaparecer, no era capaz de gestionar esa sensación de impotencia física, nunca la había tenido, nunca la había experimentado, las lágrimas aparecieron por primera vez.
Tras descansar y reflexionar sobre lo ocurrido decidí que no podía estar mucho más tiempo con este ritmo, por lo que había que poner una fecha fija al reto, tenía la sensación de que había llegado al tope, pero no físico, sino mental, y que o lo hacía ya, o pagaría las consecuencias. Analicé todas las posibilidades, los entrenamientos realizados, etc y me puse el primer fin de semana de marzo como primera fecha. Si ese fin de semana el tiempo acompañaba afrontaría el reto. Desde la decisión hasta ese día bajar el volumen y ritmo de entrenamiento paulatinamente, cuidar alimentación y descansar.

Llegó el día
Viernes 07:00 a.m. como cada mañana me levanto y me peso, hoy es el día de engordar, de cargar los depósitos al máximo, en mi agenda está una comida, con mi hermana en un buffet libre para perfilar los detalles del día siguiente, y una cena en familia donde me iba a dar un homenaje en toda regla.Dos platos de pasta, media pizza y dos postres de chocolate para meterse en cama.
Sábado 05:00 a.m. en pie, creo que no dormí ni 4 horas,; plato de arroz, plátano, yogurt y zumo de naranja. Meter las cosas en el coche y salir hacía la salida (últimos 100 km. Del camino de santiago). Parada técnica a mitad de camino, café con leche y un par de magdalenas. Durante el camino no paro de beber agua y me tomo un redbull.
08:00 Llegamos al punto, foto de rigor y me peso, casi 3 kilos más que el día anterior, los depósitos están cargados. Estoy listo, enciendo el pulsómetro, me pongo la música y doy mis primeras zancadas.

La carrera

Los primeros minutos son para encontrar el ritmo, hacerme con el entorno y con lo que me rodea, tranquilizarme y no pensar en lo que queda o lo que me viene por delante. Busco disfrutar de aquello que veo, de las sensaciones positivas que voy teniendo y de las cosas buenas y agradables que me vienen a la cabeza. Escapo de la euforia del momento, no me dejo llevar por el exceso de energía que tengo, ya que se de sobra que luego me va a hacer falta.
Los primeros 10 km, pasan rápido, aunque un poco más lentos de lo que esperaba. Estuve conservador, aún funcionaba la cabeza, los 20 km siguientes, casi todo en subida los hice a buen ritmo, quizás un poco más del que debería. El tiempo empezó a empeorar y una fina lluvia se convirtió en mi única compañera durante el tramo más duro antes de primer punto de encuentro. El agua empezó a calar a través del chubasquero, la malla estaba empapada y empezaba a tener un poco de frío, pero sólo me quedaban 5 km hasta ver a mi hermana y poder cambiarme de ropa.
En este primer tercio de la carrera apenas como una barrita de cereales, y apenas bebo, el litro de agua que cabe en mi mochila aun no se ha terminado, se que tengo que beber y comer más pero no me apetece, estoy lleno.
Por fin veo a mi hermana, ella empezaba a preocuparse por mi tardanza, ya que había calculado mal los km y me estaba retrasando. Cambio raído de ropa, y de calzado. Me peso, “¡3 kilos menos!, tengo que comer y beber más porque a este ritmo tengo que parar”. Si pierdes un 10% del peso con el que empiezas debes parar para evitar tener algún susto. Rellenado de mochila y primera bolsa de comida, fundamentalmente fruta y un poco de chocolate. Después de la parada me cuesta empezar a correr, mientras ando me como lo que hay en la bolsa y al terminar me pongo a correr. Es la primera parada que hago y me cuesta empezar, pero según pasan los minutos la euforia se adueña de mi. Noto las piernas muy muy ligeras y me dejo llevar un poco por la sensación para meterle un poco más de ritmo. Dejo de ser objetivo y empiezo a hacer cálculos de la hora de llegada, sin contar con la fatiga, ni el cansancio; como si no fuera a tener problemas durante los siguientes 60 km.
Llego bien al km 40, con ritmo, sin mucha fatiga. Pero cerca de la mitad aparece el primer contratiempo. Noto como algo entre los dedos de mi pie se hincha y me duele cada vez que apoyo, “ mierda! una apoya, joder como duele”, se va al carajo el ritmo, tengo que parar, como puedo me quito el tenis y el calcetín, “ tiene mala pinta”, pero hay que seguir.
La temperatura aumenta, y me quedo sin agua en la mochila, “ voy a llegar muy justo de agua”. El no haber bebido ni comido lo suficiente en el primer tercio de la carrera empieza a pasar factura y las debilidades empiezan a aparecer poco antes de llegar a los 50 km. Algún calambre y mucha sed, primeros síntomas de deshidratación.
Con mucho dolor en los pies diviso a mi hermana y mi padre con la comida preparada. Toca comer, pero mis ampollas solicitan mayor antención. Mi hermana me quita el calzado y el calcetín, yo no soy capaz, y la peor de mis predicciones se cumplen, “ joder, hasta tengo sangre”. Me las limpia y cura como puede, intento comer algo del arroz que tengo preparado, pero en la segunda cucharada me entran nauseas y arcadas, “ no me entra nada sólido”, solo me entra fruta, chocolate, geles y alguna galleta. Descanso un poco mientras como algo y me hidrato bien, había llegado con síntomas claros de deshidratación. No paro de repetirme “ lo voy a pasar fatal, voy a sufrir como un perro, estoy en la mitad y voy reventado y lo que me queda es durísimo”., la cosa en mi interior no pinta nada bien. La aparición de mensajes negativos coincide con la aparición de los primeros problemas.
Retomo el camino, empiezo andando y sigo comiendo, aunque quiera no puedo correr, las piernas me lo impiden, termino de comer, bebo y empiezo a alargar la zancada. El terreno es favorable unos 5 km, después repechos durísimos. En el primero de esos repechos empiezan los problemas musculares, primer calambre y primeros espasmos. Mi cuádriceps izquierdo parece que tiene un pulso própio, late solo, como si tuviera un corazón dentro, cada latido me duele, me obliga a modificar mi zancada, hasta que casi me tira. Me paro, intento estirarlo, pero al llevar la pierna hacia atrás mis isquiotibiales no aguantan y se me contraen fuertemente. “ tengo un problema de cojones”. A duras penas consigo estirar, recupero un poco y retomo la marcha. Mi cabeza empieza a pensar, justo lo que no quería, ahora ya no sólo es una lucha contra los límites físicos, empieza también la cabeza. Muchos dicen que es un reto psicológico, yo les digo “ la cabeza empieza a jugar un papel cuando las piernas no pueden jugar más”.
Gestionando mis espasmos y calambres como puedo, llego al km 62, allí ,una camiseta fosforita me distrae, una amigo , “David Galloso”, se animo a acompañarme. Mi cabeza se siente aliviada, la compañía haría mas llevadero el sufrimiento y me ayudaría. Tras otro cambio de ropa y comer, comenzamos. Yo contento, sabía que con ayuda sería menos difícil.
Pero nada más lejos de la realidad, 5 km más adelante, empiezan a aparecer los verdaderos problemas, aquellos que no sabes de donde vienen, no sabes como gestionarlos, no sabes como enfrentarte a ellos, vienen desde dentro del cuerpo y se adueñan de tus piernas y tu cabeza, evitando que des un paso detrás de otro, instalando el pesimismo, la derrota y el fracaso en tu cabeza. Mi cuerpo no podía, era como si me estuviera agotando, un querer y no poder, mi cabeza manda ordenes a las piernas, pero éstas no responden, algo pasa, pero no llego a entender el qué. No es agotamiento, no es una pájara, es como si hubiera llegado a un límite, a mi límite, pero desconocido para mi. A duras penas llego al siguiente punto de encuentro, km 72, mi expresión lo dice todo, la cara desencajada y gesticulando , de mi boca sale: “ estoy acabado, mi cuerpo no puede más, no se que me pasa, pero creo que fisiológicamente no puedo más, soy incapaz de producir energía”, mis brazos se apoyan en mis rodillas, no hay gesto de derrota más significativo, tan sólo faltaban las lágrimas, y estas no tardan en aparecer. Lágrimas de rabia, de pena, de agotamiento de sufrimiento, de miedo y desesperación, de ver que no voy a ser capaz, de sentirme derrotado. La cara de mi padre lo decía todo “daniel, ¿es necesario que sigas?”, mi hermana ya no daba un duro por mi, y Paula y Manuel no podían entender tanto sufrimiento. En ese momento David, que iba a finalizar ahí su ayuda, me dice “ si quieres continuo un poco más”, Me reincorporo me seco las lágrimas y digo “ continua un poco más que yo puedo con esto,pero necesito un poco de ayuda”, voy al coche y como todo lo que puedo, llegados a este punto, y si mi cabeza no quiere abandonar, no iba a permitirle a mi cuerpo hacerlo, al menos, no por mi voluntad, no sería yo quien admitiese esa derrota, si tenía que perder que fuera contra mi voluntad.
Los siguientes km fueron milagrosos, poco después se unió Javi a la aventura, lo haría hasta el final. A medida que pasaban los km mi cuerpo iba poco a poco recuperándose, incluso mi humor se estaba reestableciendo, afrontaba los últimos km con un optimismo que una hora antes era imposible, impensable e improbable que tuviera.
Con el cansancio metido en las piernas, y la meta cada vez más cerca, viendo el reto como un objetivo real y posible, iban cayendo los km, de manera lenta, pero cada vez menos, en esos últimos pasos Javi se convirtió en un confesor al que le iba revelando todo lo que pasaba por mi cabeza. En esos momento donde ves la meta cerca, donde sabes que nada te va a quitar la victoria y donde la cabeza se libera de toda la presión a la que la has sometido durante semanas , los sentimientos positivos te inundan, no eres capaz de asimilar toda la felicidad que tienes, la única manera de tolerarla en expulsándola. Si antes los espasmos eran los copilotos de tus piernas, ahora son las lágrimas de la felicidad las que llevan a tus piernas en volandas y las guían paso a paso hacía el triunfo individual.

Los últimos km son de una emotividad imposible de describir, no hay palabras para decir que pasa en esos momentos por la cabeza, que ya se separo del cuerpo muchos km atrás para poder disfrutar del momento. Cada paso que das hacia la meta te vas preparando y pensando en como vas a reaccionar cuando cruces la línea de llegada. Te viene a la cabeza todo aquello por lo que has pasado. Los entrenamientos, los sacrificios, lo que has dejado de hacer por entrenar, por el cansancio acumulado en días duros, por la presión a la que te has sometido, por … el orgullo se adueña de ti, has conquistado algo, lo más importante, te has conquistado a ti mismo, has alcanzado la verdadera victoria, la que radica en uno mismo, sin comparaciones con los demás, ni luchas contra cronos; la victoria que delimita tu cuerpo y mente donde se produce…
…¿ Conoces dónde está tu verdadera victoria?.